miércoles, 27 de febrero de 2013

Existe un escondite tan secreto, que ella ni siquiera saben que existe.

Hay una mirada perdida en tu omóplato. Una ingrávida, intangible. Incolora e inodora, pero nunca insípida. Es una mirada que oculta todos los sabores del mundo, todo lo que el hombre se muere por probar. Es una mirada que sabe a dulces, a nube de algodón y a turrón navideño, pero también a manzanas prohibidas y pecados indescifrables.
Hay una mirada perdida en la curva de tu cuello. En la forma en la que se pliega tu piel cuando giras la cara, de repente, absorta en un nuevo y fascinante descubrimiento. Tienes una mirada perdida justo ahí, y ni siquiera lo sabes. Se clavaron un día sus ojos en la textura de tu camiseta, en la forman en que parecía robarle tu olor y los secretos que guarda tu piel. Como un suspiro que se pierde en cuanto sale de la boca, están sus ganas distendidas por todo tu cuerpo, invadiendo cada uno de tus poros, cubriéndolos de algo que ni siquiera puede llamarse amor, porque va más allá de eso. Adoración, tal vez, sea un término que le haga más justicia.
Existe en la forma en la que respiras una respiración ajena, una cadencia que no te corresponde. Y mueves tus labios sin saberlos de otro, de sus ganas, de incontables fantasías secretas, de planes de fuga y viajes únicamente para dos. Y te ríes, y no eres consciente de cuánta vida regalas con esa sonrisa, de las ilusiones que repartes, de la forma en la que él se engancha del titilar de tu voz. Agitas el pelo, ¡y nunca resultaste tan coqueta como cuando lo inundaste todo con tu melena! Bueno, miento. Quizá cuando duermes, y algunos mechones se empeñan en esconderte la cara, y tu boca se entreabre dejando escapar sueños livianos entre tus manos, esas manos protectoras de cuanto quiera atacarte....Quizá entonces, y sólo puede que quizá, resultes aún más encantadora, más plagada de magia. Pero incluso cuando cierras los ojos, pequeña, tus sueños son sueños ajenos. ¡Cuántas veces no te habrá contemplado, fantaseando con ser el héroe y protagonista de todo lo que se escurra por tu cabeza! ¡Cuántas veces (desde luego no pocas), te habrá rozado el pelo, quizá la cara, cuando una arruga voraz se apoderara de tu entrecejo y amenazara con invadir esa paz y descanso que sólo las fantasías saben darte! ¡Cuántas veces, cuántas, habrá vigilado tu frío, arropándote antes incluso de que te sintieras desarropada! Y quizá, tal vez...fue entonces cuando te llenó de miradas, cuando dejó una escondida ahí, en la curva de tu omóplato, en la magia de esa escápula perfecta, de esa silueta menuda e inconmensurable que descansa a su lado...Quizá, tal vez, fue entonces...O quizá, tal vez, no. 
Pero,  ¿cómo contártelo siquiera, amor? ¿Cómo lanzar esta pregunta al aire? ¿Cómo decirte, vida mía, que eres tú la razón por la que intenta aprender a mantener la casa limpia, y las ventanas bien cerradas? ¿Cómo explicarte que es por ti que se mesa la barba, que cuida lo que come, que luce siempre la mejor sonrisa de las que tiene en el armario? ¿Cómo mostrarte que has sido tú quién le ha enseñado que el mundo es algo que aún está por descubrir, que desistir es cosa de cobardes? ¿Cómo contártelo, amor? ¿Cómo, sin que te descubrieras dueña de un sentimiento ajeno? ¿Cómo, sin que salieras corriendo, y te llevaras ese brillo tuyo,esa  inocencia vuestra?  Y es que tú, pequeña, ya no eres tuya, pero no puedes saberlo. No puedes saber que dejaste de serlo en el momento en que tu omóplato decidió encandilar una mirada. Esa que, en secreto, acaricia tu hombro cuándo te aprieta la noche, cuándo duele la vida. Aquella mirada, sí. La que huele a playa y a arena caliente. La de las pequeñas sonrisas sin razón alguna. Esa sensación a la que has bautizado "sin nombre". Esa, la que te endulza la vida.

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