martes, 3 de enero de 2012

La medida perfecta.

El amor, cuando empieza, empieza con música canalla. Empieza cuando cantamos aquello de “Baby, you can drive my car; guess I'm gonna be a star” y nos dejamos la voz; cuando me miras y brillas y luego sonríes; cuando tengo que bajar la ventanilla del coche para que no me entren sudores. Empieza con el rock que suena de fondo en nuestro bar favorito, el que cantamos tan sólo moviendo los labios, entre cerveza y cerveza. Empieza cuando me susurras algo de Pereza al oído, en la entrada del pub, y me muerdes la oreja. El amor empieza canalla, y muere canalla también.
Y sabes que es amor cuando te ponen a Quique González después de discutir, y te tienden una trampa mortal. Cuando vas por la calle escuchando a Mando Diao, The Kooks o los Red Hot, y te partes el culo.  Y, ey, sabes que eres jodidamente afortunada cuando te dedican música de verdad. De la de antes, lde a que ya no se hace. Joder, ¿tú sabes lo que es que te regalen a Elvis? Eso es suerte, y lo demás son historias.
Puede que todo esto sea sólo cosa mía, no lo sé. Puede que me haya vuelto loca eso de escuchar tanto guitarreo del que duele, pero hace como que no le pasa nada. Y es que, por si aún no se ha notado, yo soy del género romántico-catastrofista. Creo en el amor de película; pero también estoy segura de que eso no me pasará a mi. No otra vez. Yo en realidad estoy enamorada de la idea del amor, por eso luego todo se derrumba. Por eso la única persona con la que soy capaz de mantener una relación realmente completa es conmigo misma, y con la desazón de sentir que siempre falla algo entre ellos y mi cabecita loca. Quizás por eso en la calle soy la que va siempre de dura, para después desnudarme entre líneas, y soñar un rato despierta. Quizás por eso sigo tropezando con viejas sonrisas, y escribo siempre sobre estar en el lugar equivocado. Quizás por eso, mis personas favoritas en el mundo son las que saben quererte con la música. Las que te dicen, con acordes ajenos o propios,  “estos, los de aquí, somos nosotros”, “esto, esto de aquí, esto mismo, este silencio entre notas, habla de tí y de mi”. De los que somos. De lo que fuimos. De lo que seremos. De lo que pudimos haber sido. Y tal vez, sólo tal vez, de lo que podemos llegar a ser.
Dedícame algo de Sabina. Lléname de esta melancolía nuestra. Ahógame con esta melancolía mía.


( No sé si sugerir la música como unidad de medida universal de los sentimientos será una locura terrible. La carta proponiéndolo se la mando a los Señores Americanos igual, ¿de acuerdo?)

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por un blog tan personal...

    En cualquier caso, en mi opinión, hay veces que hay que huir de la melancolía.

    Si pica, rascarse es peor: la tristeza engendra tristeza.

    Al melancólico sólo puedo decirle una cosa: “Mira a lo lejos”.

    Ser feliz es un deber; hacia ti y hacia los demás.

    Te invito a echar un vistazo al enlace siguiente, por si encuentras algo de tu interés:

    http://josearnedo.blogspot.com/

    Un saludo y feliz 2012,

    Jose

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  2. Si no es cañero casi no parece un comienzo ¿verdad?

    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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