sábado, 17 de septiembre de 2011

El verano en que nos comimos con los ojos.

- Una moneda por tus pensamientos.
- ¿Una moneda? ¿Una moneda de cuánto?
- No sé, ¿cuánto crees que vale lo que sea que tengas en la cabeza?

Se acercó despacito, con una sonrisa melosa y, sin apartar los ojos de ella, apoyó la mano en su pierna. Aproximó la boca a su oído, sin prisa, pero también sin pausa, con sutileza, inhalando y exhalando como un cazador que acecha a su presa, mientras sus dedos jugaban con la gasa de aquel inocente vestido de playa. Ella tembló, un escalofrío recorriéndole la espalda. Entonces, y sólo entonces, la devoró entera.

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