sábado, 14 de mayo de 2011

Mordisquito número 1:


Mi amigo Miguel.

Mi amigo Miguel es un espantacocodrilos alucinante. Yo no sé como lo hace, de verdad que no lo sé, pero cuando un lagarto se remueve muy grande y muy fuerte entremedias de mis tripas, sabe hacerlo callar con apenas un par de miradas valientes. ¡Es magia!
Mi amigo Miguel no caza con redes ni armas de fuego. Es un defensor de la paz donde los haya, y nunca se mete en una bronca si puede evitarlo, pero no te pienses que eso le convierte en alguien cobarde porque yo creo que le convierte en alguien aún más valiente. Y es que siempre sabe dar la cara por sus amigos y nunca dejará de ofrecerte un hombro con sabor a cariño cuando lo necesites más que una sopita de mamá, como si lo oliera desde lejos. No tiene rayos X (quién le diera, ¡con lo que le gustan las faldas!) ni una fuerza sobrehumana (en este aspecto hace lo que puede alguna tarde que otra, el problema está en que le gusta más hacer el vago que a un oso un buen tarro de miel), pero yo creo que su arma letal son un par de propuestas rebeldes  sazonadas con esos comentarios suyos tan inapropiadamente apropiados.
Mi amigo Miguel es un superhéroe, pero prefiere dejarse los calzoncillos debajo del pantalón, porque no le gusta alardear y además le da mucha vergüenza que le miren, aunque no quiera reconocerlo. Guarda la capa en el armario de su casa, y sólo se la pone por las noches, cuando sus padres se van y su hermano se encierra en su cuarto, para dar botes y brincos encima de la cama, con las gafas de buceo puestas en lo alto de la cabeza y un guitarreo de Muse sonando a todo volumen.
Pero espérate, porque lo alucinante de mi amigo Miguel es, precisamente, su doble identidad, y la manera en que te engaña para que creas que es alguien absolutamente normal cuando, en realidad, es todo lo contrario. Y más alucinante es todavía cómo se las apaña para que nadie se de cuenta de la  S
tan grande que tiene pintada en el pecho, que brilla en la oscuridad y crece a temperaturas bajo cero, y en mi opinión debería verse hasta en Groenlandia.
A mi amigo Miguel, aún así, hay que alimentarlo con abrazos y palabras cariñosas de cuando en cuando porque, si no, se queda sin poderes especiales y la sonrisa se le escurre hasta los zapatos, y si eso durara para siempre  mi cocodrilo podría vagar a sus anchas y comérseme entera en menos de lo que tardas en decir "sandía". Así que es importante recordar que a un Miguel estropeado sólo puedes arreglarlo con una canción de Lady Gaga o algún otro grupo raroraroraro, poniéndole sus baquetas en la mano para que revuelva entre partituras o, y esto es importante no olvidarlo, dándole un abrazo tamaño XXL.
Él siempre te lo recompensará con creces. Al fin y al cabo,es un espantacocodrilos , y lo lleva en la sangre.

3 comentarios:

  1. anda, que cosas, yo conozco a alguien como miguel, pero ni de lejos tan buen espantacocodrilos. aunque sí que es un poco superhéroe.

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  2. es adorablisimo.
    es como un cuento
    como una brisa
    y me encanta.

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  3. Qué afortunada eres...chicamutante

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